Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos comenzamos una aproximación sincera a la sabiduría del Profeta Dawud (as). Él (as) es el profeta de la belleza sencilla, de la bondad, de la bella regencia, de la poesía y del triunfo de Allāh en el Reino (mulk). Él (as) llevó a los hijos de Israel al zénit del creyente, que después prosiguió su hijo Sulaymān (as). Ellos son los monarcas perfectos, una herencia que retomaría nuestro amado Profeta Muḥammad ﷺ cuando le tocó desarrollar una gobernanza bendita para la comunidad de Medina.

Los musulmanes contemporáneos leemos mucho, pero desgraciadamente olvidamos leer la obra que le fue revelada: el Zabūr (los Salmos). Y lo hemos olvidado porque nos centramos más en las exégesis que en las revelaciones dadas a los profetas. Es por esta razón que quiero dedicar las próximas khutbas a la sabiduría del rey Dawud (as), del rey sincero.

El Zabūr (los Salmos) son una colección de alabanzas reveladas por Allāh, el altísimo, al profeta Dawud para su pueblo. Están llenas de ḥikma (sabiduría), de conocimiento profundo (marifa) y de amor (ḥubb) sobre Allāh y su creación (khalq). Se nos dice en el Corán: «Y tu Señor conoce todo lo que acontece en los cielos y la tierra. Y por eso nosotros adelantamos unos profetas sobre otros, y le dimos a Dawud el Libro» (Corán 17: 55). Es ese libro un recuerdo de Allāh, que exaltado sea su nombre, a sus siervos de la grandeza que hay en el mundo que vivimos y disfrutamos y así se menciona, igualmente, en el Corán: «Y nosotros escribimos el libro del Zabūr para recordar que la tierra es heredada por mis justos siervos» (Corán 21:105).

El Corán nos menciona, de nuevo, que el Zabūr es un libro de recuerdo (dhikr) para los creyentes. Ayuda a vivir el presente, ayuda a romper la nostalgia y promete la salvación. Y es que las alabanzas contenidas en él nos devuelven a la fitrah (naturaleza original) perdida por el olvido (ghafla), por la ignorancia, por el ego (nafs). Por ello los creyentes sinceros debemos leerlo, recitarlo, bendecirnos con ellos. Sentir que la sabiduría del profeta Dawūd (as) es un grandísimo regalo para acercarnos a Allāh. Quiera ponernos Él, en su inmensa raḥma en el maqām (posición espiritual) de nuestro amado profeta Dawud (as) para que desde su belleza, amor y sinceridad, bañados por la luz de nuestro amadísimo Mensajero ﷺ alcancemos el absoluto.

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El fragmento que propongo para el primer comentario sobre la sabiduría del profeta Dawud (as) es uno de mis preferidos. Pareciese extraído del mismo Corán y la Sunna de rasūlallāh ﷺ. Bello, intenso y poderoso nos invita a repensar la relación de intimidad (uns) que Dawud (as) tenía con Allāh, el altísimo. Así lo recoge el profeta Dawud (as) en un fragmento de su salmo 116:

«Amo, ciertamente, a Allah puesto que mi voz y mis suplicas escuchas (1)
porque su oído estaba para mi (2)
en mis peticiones (du’a) de mis días velados (3)
atrapado en el fuego (jahanam), desesperado (4)
¡Oh, Señor! con amor te invoco (5)
Mi señor es matricial (rahman) y justo (sadiq) (6)
Nuestro señor matricial recuerda a los que están por florecer (7)
yo errado, con su brisa me protege haciéndome retornar (8)
porque Señor te he añorado (9)
pues de la muerte me libraste (10)» (Kitāb al-Zabūr 116: 1-10)[1]

El bello primer verso (Amo, ciertamente, a Allāh…) evoca ese sentimiento de cercanía, en la que Allāh, el altísimo, está más cerca de nosotros que nuestra vena yugular (Corán 50: 16). Es más, el siempre escucha a sus siervos sinceros, siempre está cerca de ellos (Corán 2: 186). Un dua que va destinado a desvelar lo que se oculta, a liberar del fuego del sí mismo en la desesperación de la ignorancia.

A Dawud (as) le fue dado este salmo en una época compleja, como todas las épocas, donde los idólatras se regocijaban y se enaltecían de su creencia. Estaban envueltos en su propio fuego que en vez de iluminar les asfixiaba. Ante eso, solo el amor puede romperlo unido a la manifestación matricial (rahman) de Allāh, el altísimo, que junto con su justicia son sus mejores señas para con nosotros. El ser humano ama y Allāh responde.

Por eso, el dua de Dawud (as) se dirige directamente a aquellos que están por florecer, y es con su brisa refrescante, con un hálito que se vuelve refrescante manifestando su presencia con el que revivifica. Como si con su fresco hálito (nafakh) nos devolviese a la vida triunfando sobre cualquier muerte, fuego o ignorancia. Rasgando (rafa‘) el velo de la ilusión y el ego (nafs). Vencer a la muerte es poder comprender la primera parte de la shahada: La ilaha ila Allah.

Dawud (as) nos recuerda cual es la actitud del creyente sincero, cual fue su propia actitud en un mundo que lo veía como hostil, si bien estaba llamado a liderarlo, a sobresalir, a mostrar la belleza y la bendición que Allāh escondía en cada rincón de su creación. En un mundo en el que la rudeza, la prohibición y la fealdad ganan es el momento de mostrar otra cara diferente, una nueva posibilidad para acercarnos al maqām y a la ḥikma (sabiduría) de Dawud (as).

Queridas hermanas, queridos hermanos, sirva este pequeño texto como recuerdo necesario para seguir leyendo, buscando y sintiendo lo que Allāh el altísimo ha dejado para nosotros. Un grandísimo regalo que, muchas veces, por miopía espiritual no somos capaces de ver. Sinceramente que dolor supone eso para nosotros. Así que dejemos hablar al corazón cuerdo (qalb) y al corazón amante (fuad), que los corazones hablen y sigamos el ejemplo de los profetas iluminando el mundo. Amin.

Pidamos a Allāh, el altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

[1] Kitāb zabūr Dāwūd al-nabī ʻalayhī afḍal al-salām  /árabe/ del MS, Otomano/Armenia ca.1600-1700 – Qatar National Library