Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas, queridos hermanos hemos vislumbrado la brillante luna llena que marca el zénit de este bendito mes de Ramadán. Ahora la ghafara, el olvido liberador, de Allāh es sobre nosotros amplificando nuestra existencia, invitándonos a vivir con intensidad. Bendiciones y más bendiciones alcanzamos con el ayuno, con el dhikr, con el austero ritmo de este mes que nos hace apreciar hasta el más ínfimo gramo de comida y hasta la última gota de la bendita agua.

Refrescados por la baraka de este mes tendríamos que pensar que significa este mes no solo en el visto (hadhir) sino también en el no visto (ghayb). Cuando leemos a los sabios y a aquellos que en su profunda intimidad (uns) con Allāh, el altísimo, le conocen descubrimos que este mes guarda preciadamente un poderoso secreto. Este mes fue en el que se revelaron todos los libros (kitabūn) importantes para nosotros. En este mes que se encadenan a los demonios y los ángeles viajan desde los cielos a la tierra por mandato de Allāh, que exaltado sea su nombre, se revelan sus dictados.

Así se nos cuenta en el comentario del Corán (tafsīr) de Ibn Kathir (ra) cuando analiza el mes de Ramadán en virtud de la aleya 2:185, quien, a su vez, nos remite a un ḥadīth del profeta Muḥammad ﷺ que recoge el imām Aḥmad Ibn Ḥanbal (ra) en su Musnād:

Wathila Ibn al-Asqa contó que el Mensajero de Allāh ﷺ dijo: “La escrituras de Ibrāhīm (as) fue revelada la primera noche de Ramadán. La Torah fue revelada la sexta noche de Ramadán y el Evangelio fue en la decimotercera noche de Ramadán. El Corán lo fue en la vigésimo cuarta noche de Ramadán. [Musnād Aḥmad, 16370].

Este ḥadīth de gran peso nos habla de lo extraordinario que resultan las noches de Ramadán cuando su luna se alza sobre la creación del Altísimo. Su raḥma es vertida como la luz de la luna para que nosotros que ayunamos podamos beneficiarnos no solo del alimento físico sino también del alimento espiritual. Los libros, las palabras de Allāh que tienen que incorporeizarse para que sean vida, enviadas en cada época hasta sellar la profecía con el más sublime de los Mensajero, nuestro amado nuestro señor Muḥammad ﷺ. Así que reflexionemos del poder de este mes tanto en visto (hadhir) sino también en el no visto (ghayb) y no nos quedemos con el reino de la cantidad cuando podemos trascender hacia la autentica realidad (ḥaqīqa).

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El creyente sincero sabe, tomando el ḥadīth anterior, que tiene que incorporeizar la revelación como lo hicieron los mensajeros (as) antes que él. El mensaje (risala) aunque tenga diferentes caras es uno y es claro. El creyente sincero tiene que lograr tomar la experiencia profética (sunnah) y vivirla en plenitud, sino nada de esto tiene sentido. Si no son simples “palabras frágiles” que los cafres manipulan y que los hipócritas recitan vacías de sentido, y que el creyente tímido ve con referencia, casi con idolatría (shirk). Convertir palabra viva en un simple escrito y ritualizarlo es pobre, no alimenta al corazón.

El ejercicio de vivir una vida al modo profético no es sencillo, pero exige sinceridad (ṣidq) y humildad. El creyente, ya pacificado, se entrega por completo (tawakkul) al texto lo mismo que el Profeta ﷺ lo hacía cuando Jibrīl (as) llegaba con el Mensaje y la voluntad de Allāh, el altísimo. Dicen algunos que el islam es simple sumisión pero, queridas hermanas y queridos hermanos, yo os digo que es la pacificación para subir de nivel, para atreverse a probar la revelación y su peso. Y Ramadán es un mes magnífico aunque sea una ínfima parte de lo que ellos vivieron.

Un creyente digno de confianza aspira a presentificar, a través del dhikr (recuerdo), en las cortas noches de Ramadán esos descendimientos (tanzil) de las palabras de Allāh, el altísimo, a su creación. Experimentar la primera noche de Ramadán la fuerza de Ibrāhīm (as) con su bendito pacto con Allāh sin apenas resplandor de la luna. Para que la sexta noche con el creciente experimentemos la posición de Mūsa (as) cuando recibió su texto y seamos consciente de la ley (shari‘a) y la importancia de su estudio. Para que la decimotercera noche con la luna casi plena nos purifiquemos con el ejemplo de sayyidinaIsa (as) con la plena vivencia de la espiritualidad (ruḥaniyya), la insondabilidad (quddusiyya) de la creación y del amor (ḥubb) para hacer un mundo más justo (‘adl). Y por último para que la vigesimocuarta noche, Laylat al Qadr, nos dejemos atravesar por el poder (qadr) de la última revelación dada al hombre perfecto (insān al-kāmil) ﷺ con la luna ya menguante.

Esta última revelación, el Corán, nos invita a recoger y amar todas las verdades anteriores y a iluminarnos en una noche en la que la raḥma de la luz de la luna esta apunto de desparecer para renacer de nuevo camino de un nuevo ciclo. Por eso, el Corán y su recitación es tan importante, porque es realidad (ḥaqīqa) y luz (nūr) para poder vivir con la oscuridad temporal hasta que Allāh vuelva hacer aparecer la luz de la luna en el cielo y nos exonere del ayuno y de la privación. Porque de Allāh son los cielos y la tierra, y el rige sobre nosotros para vivir una vida equilibrada guiados por su amado mensajero Muḥammad ﷺ.

Queridas hermanas y queridos hermanos pidamos para que esto nos ocurra y ocurra en todos los que queremos para despertar a un nuevo tiempo donde la ghafla (el olvido) sea desterrado para siempre y donde la luz de Allāh, el altísimo, brille eternamente.

Pidamos a Allāh, queridas hermanas y queridos hermanos, que el deseo de purificación (ṭahāra) sea nuestra guía y sostén en tan sublimes momentos. Que comprendamos que ahí está la clave del salām (paz) y del salīm (salud) y que es la senda que guía hasta el todopoderoso Allāh.

Pidamos a Allāh, el altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhamadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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