Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas y queridos hermanos debemos aprender en vivir en la total incertidumbre. La incertidumbre es connatural a nuestro dīn, pues nuestro amado Mensajero ﷺ la experimentó sintiéndola en el momento de la revelación. El gran sabio Jalaladdin al-Suyuti mencionaba que sin esa incertidumbre jamás hubiera llegado un Mensaje de Allāh, que exaltados sean sus nombres, a nosotros. De hecho, en el Corán se advierte que la gente que se cree autosuficiente tendrá muchos problemas a lo largo de su vida: «Mas aquel que mísero es, cree que solo se basta y la belleza niega… ¡La mayor dificultad le facilitaremos!» (Corán 92: 8-10).

Estas aleyas del Corán nos dejan claro el peso tan grande tiene la incertidumbre y el enorme peligro de la arrogancia vital. El cafre esconde la verdad, viste la realidad con aparente certeza y se cree autosuficiente, negando la belleza y las posibilidades, atribuyéndoselo todo al ser humano en su finitud. Si la incertidumbre desaparece, desaparecen las posibilidades infinitas que ofrece Allāh. La facilidad solo llega con el reconocimiento de nuestra imperfección, solo si nos dejamos ayudar. De lo contrario, la certeza firme solo se transforma en dificultades planteadas por nuestro propio ego (nafs).

La incertidumbre se entrelaza con la fuerza de Allāh sobre nosotros, manifestándose y transformándose en un creyente sincero como la taqwa (la conciencia de Allāh). Un sentimiento tan similar a cuando miramos un paisaje bellísimo desde un acantilado. Es en ese instante que nos sobrepasa cuando la incertidumbre se manifiesta y sabemos que estamos vivos. Este es un vivir la infinitud en plenitud, sabernos limitados, necesitados de Allāh.

De hecho, el ser humano no es un ser creado para la certeza sino para la incertidumbre. No es el ‘alim (el conocedor de todo) como Allāh sino que usa el ‘ilm (el conocimiento) como una herramienta. Por eso, la razón (‘aql) no puede suplantar jamás al corazón cuerdo (lubb), que es el que nos hace florecer desde la incertidumbre de la posibilidad. El ser humano es un ser que crece entre las sombras y se proyecta existencialmente creciendo frente a lo absoluto, reconociendo la luz de Allāh y la de su Mensajero ﷺ que se refleja en nosotros mismos. Es un viaje de ascenso (sayr) hacia Allāh en el que nunca hay certeza de nada… Ante esto, lo único que le queda al creyente es el tawakkul, la entrega sin límites a Allāh. Una Sunna profética que antes de los eventos de Ḥājj se manifiesta de forma intensa en nuestra vida.

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El tawakkul es el arma más poderosa que tiene un creyente (Corán 3: 159). Al encontrarse con una, aparente, realidad barroca, el tawakkul supone quitar ornamentos para quedarnos con lo básico. Es una purificación (ṭahāra) para llegar ante Él, para ser conscientes de lo complejo del mundo de los sentidos y, a la vez, para revelarse contra cualquier tiranía que intente doblegarnos. Porque quien tiene tawakkul nada quiere que no sea real (ḥaqq) y sabe que no hay otra fuerza como Allāh. Por eso, Musa (as) se enfrentó al faraón sin temor como Dawud (as) lo hizo al temible gigante. Con el tawakkul de saber que la victoria llega con Allāh. Y todo lleno de incertidumbre…

Pero vivimos en un tiempo donde tanto la incertidumbre como el tawakkul es muy difícil, pues el materialismo y la inmediatez ciegan nuestro corazón y nos ciegan ante la realidad. Sinceramente, es difícil tener confianza ante tantos signos velados que opacan nuestra vista, que silencia el no visto (hadhir) y aquello que no sea groseramente tangible. No somos capaces de controlar nada y por eso dejar esta vida en tawakkul.

Así, la tarea de un creyente (mu’min) es precisamente aferrarse a la realidad (ḥaqīqa), esgrimir su tawakkul y compensar todas estas certezas con la fuerza de la raḥma. Solo así, llegará la taqwa y el silencio que nos permite saborear lo real ante la sombra del qadr (lo predestinado) que Allāh, el altísimo, ha dispuesto para nosotros sus siervos.

Miramos un mundo en el que todos queremos ser alguien distinto, y sin embargo el éxito de mutawakkil (aquel que está en tawakkul) es que no es nadie. No quiere ser nafs (ego), no quiere ser algo, quiere dejarse fluir por la existencia, por lo real. Y aunque estas son grandilocuentes palabras no lo son, pues el simple anhelo de tener este maqam (posición espiritual) lo trasciende. Y por eso el tawakkul no es dulce ni su búsqueda lo es, es muy amargo, porque te resquebraja, te trasciende, te fortalece… Y, sin embargo, te otorga la fītra (naturaleza primordial).

El tawakkul es pura fītra pues nos sentimos como en la infancia sin ego (nafs) con la confianza (amana) de ser auxiliados en el momento que lo necesitemos. Nos hacemos adultos y nos creemos que podemos hacerlo todo por nosotros mismos, creemos nuestra ilusión y nos sabemos fuertes y sin embargo nuestra dureza solo está en nuestro corazón (qalb) y en nuestros ojos. Por eso, los íntimos de Allāh saben que el tawakkul es protección, es dureza frágil, es exponerse ante lo real sean cual sean las consecuencias. Es la marca de la profecía, de aquellos que no se apartaron de Allāh aún veían con vértigo el abismo de su presencia (quddusiyya). Y el profeta Muḥammad ﷺ se sonríe porque ve que hemos tomado su bendito ejemplo, tan lleno de incertidumbre…

Y es en ese momento, en el que percibimos el abismo, el cuchillo sobre nosotros, al faraón amenazante o al descomunal gigante a la calamidad acuciante o el desierto estéril es cuando reaccionamos y decimos: «¡Que sea la voluntad de Allāh pues yo soy un siervo y en Él está mi confianza!». Entonces, solo entonces, nos convertimos en sus íntimos, pues Allāh ablanda el corazón del que hace esa petición y manda a sus ángeles para que nos auxilien. Y así nos convertimos en sus íntimos (awliya’)… Quiera Allāh darnos ese maqam (posición espiritual) para que la incertidumbre se transforme alquímicamente, el miedo se diluya y sea arrastrado fuera de nuestro corazón y las bendiciones nos purifiquen como el agua de lluvia purifica al campo. Amen

Así, pidamos a Allāh, el Altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.

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